"YO QUIERO SER FELIZ"
Lucas 6, 17.20-26
§ Existe una confianza que es falaz; esa que, según el dicho de Jesús, se apoya en la arena, no resiste las sacudidas del viento y de la lluvia y se hunde una manera ruinosa. En la última instancia, sólo, Dios es la roca. Él ha demostrado su firmeza resucitando a Jesús de entre los muertos, "como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte" (1ª Co 15,10). Sobre esta verdad fundamental de nuestra fe meditan los textos de hoy.
§ El texto de las bienaventuranzas-amenazas lucanas refleja una realidad ampliamente atestiguada por la experiencia: quien es rico tiende a poner su confianza en sus propias riquezas; quien es pobre tiende, en cambio, a ponerla en aquel que puede venir en su ayuda. Es el tema de los "pobres de Yhwh". Un tema que alcanza en María, la Virgen madre del Magnificat, su punto más elevado antes de la venida de Jesús, el "pobre de Yhwh" por excelencia. Él vivió en la confianza más radical en su Padre, “como niño en brazos de su madre" (Sal 130, 2). Hasta en los momentos más duros de su vida permaneció apoyado firmemente en la roca de su amor. Antes de morir en la cruz, "gritando con fuerte voz dijo: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu", dando así testimonio de una inquebrantable confianza en Dios. Y el Padre le rescató del sepulcro y le hizo participar de la plenitud de la vida para siempre.
Lucas 6, 17.20-26
§ Existe una confianza que es falaz; esa que, según el dicho de Jesús, se apoya en la arena, no resiste las sacudidas del viento y de la lluvia y se hunde una manera ruinosa. En la última instancia, sólo, Dios es la roca. Él ha demostrado su firmeza resucitando a Jesús de entre los muertos, "como anticipo de quienes duermen el sueño de la muerte" (1ª Co 15,10). Sobre esta verdad fundamental de nuestra fe meditan los textos de hoy.
§ El texto de las bienaventuranzas-amenazas lucanas refleja una realidad ampliamente atestiguada por la experiencia: quien es rico tiende a poner su confianza en sus propias riquezas; quien es pobre tiende, en cambio, a ponerla en aquel que puede venir en su ayuda. Es el tema de los "pobres de Yhwh". Un tema que alcanza en María, la Virgen madre del Magnificat, su punto más elevado antes de la venida de Jesús, el "pobre de Yhwh" por excelencia. Él vivió en la confianza más radical en su Padre, “como niño en brazos de su madre" (Sal 130, 2). Hasta en los momentos más duros de su vida permaneció apoyado firmemente en la roca de su amor. Antes de morir en la cruz, "gritando con fuerte voz dijo: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu", dando así testimonio de una inquebrantable confianza en Dios. Y el Padre le rescató del sepulcro y le hizo participar de la plenitud de la vida para siempre.