Pero
de tanto "pisar tierra" nos olvidamos de levantarla cabeza y mirar al
Cielo. El admirable desarrollo de la ciencia, de los medios de comunicación, del
descubrimiento maravilloso del genoma humano, de lo asombroso del universo
mundo, del origen, de su dimensión sin fin, en un movimiento expansivo hacia lo
infinito, etc. nos hace sentir poderosos llegando casi a dominar las fuerzas de
la naturaleza, entre ellas, la fuerza atómica. Lamentablemente, y esto es un
misterio, CADA
VEZ NOS SENTIMOS INCAPACES DE DOMINAR NUESTRAS PROPIAS FUERZAS INTERNAS.
En lugar de dirigirlo todo al bien, lo encaminamos al mal ¿Acaso no somos los autores del narcotráfico,
de la delincuencia, de la corrupción? Caemos, pues, en la más grande
contradicción: descubrimos el inmenso valor de la vida humana... y tratamos de
destruirla... empezando con el aborto, las guerras; tenemos el mundo en nuestras manos y queremos
destruirlo. Creo que la razón es esta: Toda esta realidad del
poderío humano, nos deslumbra, nos ensoberbece, nos hace superhombres, y ya no miramos al
Cielo y caemos en la otra gran contradicción: ¡NEGANDO LA EXISTENCIA DE DIOS,
NOS ENDIOSAMOS! Por eso, caemos en lo más nefasto de los crímenes...
¿Qué nos pasa?
¿Somos locos? Ya San Pablo nos lo había dicho: Teniendo la capacidad
inteligente de conocer a Dios por sus obras, lo hemos negado: "Cambiando
la gloria de Dios incorruptible por una representación en forma de hombre
corruptible, de aves, cuadrúpedos, de reptiles. Por eso, Dios los entregó a las
apetencias de su corazón... deshonraron entre sí sus cuerpos. Sus mujeres
invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente
los hombres...". Llenos de todo injusticia, perversidad, codicia, maldad,
henchidos de envida, de homicidio, de contienda, de engaño, de malignidad,
chismosos, detractores, enemigos de Dios, ultrajadores, altaneros, fanfarrones,
ingeniosos para el mal, rebeldes a sus padres, insensatos, desleales,
desamorados, despiadados..."(Rom 1, 18-32).
HOY, Jesús con su Ascensión
a los Cielos, da la Misión
a sus apóstoles de predicar la verdadera conversión por el perdón de los pecados,
raíz de todos los males. Sólo allí encontraremos el sentido de nuestra vida
humana, del por qué estamos en la tierra y del por qué TENDEMOS necesariamente a la VIDA ETERNA. Así, lograremos
la paz interna y entre nosotros, la verdadera alegría, la verdadera convivencia,
símbolo de la CONVIVENCIA
ETERNA. De otro modo seguiremos viviendo en un
infierno anticipado.